Salud y tebeos

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Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

sábado, 12 de julio de 2014

Tus ganas de vivir me horrorizan


Tus ganas de vivir me horrorizan es el título de un volumen que recopila cincuenta cartas escritas por R. Crumb entre 1958 y 1977. Están dirigidas a dos amigos suyos: Mikel Britt y Marty Pahls. Y de hecho, el título del libro es una frase que Crumb escribe tal cual a su amigo Marty en una carta de 1961.

Las epístolas están ordenadas cronológicamente, de modo que al lector se le ofrece una auténtica novela narrada en primera persona. Y es que si una de las constantes o marchamos de Crumb es que el sujeto y el objeto de sus obras coinciden con él mismo, estas cincuenta cartas, creaciones originales suyas al cabo, ratifican lo dicho. Crumb emplea el término "autoexpresión" para referir este proceder suyo.

Si nos pusiéramos metafísicos, diríamos que es el alma de Crumb lo que emerge a través de sus cartas. Aunque no es preciso parecer enfáticos. Los buenos lectores entienden.

Cabe constatar que de las cincuenta, cuarenta y tres cartas abarcan los cinco o seis años que median entre los quince y los veinte o veintiún años de edad de Crumb, esto es, de 1958 a 1964. Su escritura es tan intensa como lo pueda ser la de un joven inquieto y artísticamente ambicioso sumido en la culminación de su adolescencia. Las siete cartas restantes ofrecen una perspectiva certera de la evolución de Robert Crumb ya en su periodo californiano y públicamente re-conocido.


Tus ganas de vivir me horrorizan tiene varios valores añadidos. Uno de ellos es la información de primera mano que obtiene el lector acerca de la vida cultural y cotidiana estadounidense entre finales de los cincuenta y principios de los sesenta del siglo pasado.

A mí me han llamado mucho la atención las referencias que hace Crumb en algunas de sus cartas al fantasma de "la Bomba" y de "los jinetes amarillos". En realidad, más que un fantasma era un peligro realmente sentido por la población del país en los años más crudos de la guerra fría, si bien ese peligro pudo ser inducido en gran medida por el gobierno y por los medios masivos de información de aquel país. No hay que trivializar el asunto. Ciertamente, hubo un clima de terror contagioso en aquellos años. Y una generación entera se crió en aquel ambiente. La última anotación al respecto por parte de Crumb es en una carta a Pahls de 1962:

Como dije en Ohio, creo que simplemente me he vuelto insensible al tema de la Bomba... Solía preocuparme por ello hasta ponerme enfermo cuando tenía once, doce, trece años... pero poco a poco dejas de preocuparte por algo sobre lo que no puedes hacer nada al respecto, y que no me está causando ningún daño, así que me preocuparé sobre ello cuando suceda si es que sucede.

Se me ocurre que las flores sesenteras de Berkeley fueron una liberación psicológica -y vital, por supuesto- de unos jóvenes ya hartos del horror, el horror.

13.07.2014

También llaman la atención en el epistolario de Crumb las referencias de primera mano  acerca de la cuestión de los derechos civiles, un asunto que estalló en Estados Unidos al empezar los años sesenta. Leemos, por ejemplo, un apunte acerca del día de inicio de curso en el instituto al que él iba en el que entraba en vigor por vez primera una de las leyes de integración racial y asistían a clase blancos y negros en las mismas aulas. Fue vivido por el joven Bob, a lo que parece, con naturalidad.

Pero hay más, mucho más, en Tus ganas de vivir me horrorizan, la correspondencia de Crumb.

Sexualidad aparte, dos han sido las pasiones culturales y artísticas en la vida de Crumb: los cómics y la música. Y de ambas pasiones dan repetida cuenta estas cartas. A Crumb le interesaba un cierto tipo de cómics: los de Disney, Kurtzman, la revista MAD, la editorial EC, nada de superhéroes... Y le interesaba un cierto tipo de música, en sus primitivas versiones: jazz, country, blues, ragtime, nada de rock and roll...

Hablamos, entonces, de cómics y de discos; dos manifestaciones artísticas populares, asequibles, que fomentan la adquisividad y se prestan al coleccionismo. Y así, encontramos en las epístolas de Crumb unmontón (es este, 'unmontón', un estilema recurrente del autor) de listas de discos, grabaciones, historietas, tebeos. El intercambio de ejemplares era una práctica común entre los aficionados o fans. Y gracias a estas listas, el lector interesado obtiene información relevante acerca de la historia de la cultura popular norteamericana, además de cotillear sobre las fuentes de la formación de Crumb.

De alguna manera, la vida y obra entera de Crumb, incluidas estas cartas, condensan el título que él mismo puso a una historieta suya dibujada magistralmente: Una breve historia de América.

Lo cual viene a ser uno de los rostros de la historia del siglo veinte en Occidente.

Finalmente, ante las cartas de Crumb, lo que se muestra no es una conciencia pura, en sí, independiente y autónoma. Los lazos familiares subyacen. Y en particular, sobresale la presencia constante del hermano mayor de Robert: Charles Crumb. Fue Charles un personaje trágico, imprescindible en esta novela familiar y primer interlocutor en los años de aprendizaje de R. Crumb. Acaso fue su único colaborador íntimo antes de Aline.


Es posible que de no haberse torcido la vida de Charles, los hermanos Crumb habrían supuesto en la historia del cómic un magnífico precedente de lo que luego han llegado a ser los hermanos Hernandez.

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