Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

jueves, 5 de mayo de 2016

El ala rota (y El arte de volar). Lo invisible visible





El ala rota (2016), la nueva novela gráfica de Altarriba y Kim, está llamada a brillar en la historia del tebeo español. No solamente por luz propia, sino también si se lee en conjunción con El arte de volar (2009), en cuyo caso deslumbra. Esa brillante conjunción se da también en ambas novelas entre el guion de Altarriba y el dibujo de Kim.

El arte de volar y El ala rota se complementan narrativa, icónica y léxicamente. Hay entre ellas coincidentia oppositorum y resonancia poética. Juntas configuran, en fin, algo así como un retablo en marcha luminoso y oscuro, un yin-yang maltrecho y vívido que deviene en el marco de una historia triste de la Historia, la de España en el siglo XX.


Considerada en sí misma, El ala rota incorpora una novedad, o casi, en el ámbito de la novela gráfica en su vertiente confesional referida a la figura paterna. Me refiero a que, a diferencia de los cómics que agrupé en otras entradas bajo la etiqueta "la guerra de nuestros padres" y que transmiten la voz y la imagen del progenitor del autor (Maus, Yo René Tardi, Un largo silencio, El arte de volar, La vida es un tango, Dr. Uriel), a diferencia de esos tebeos, El ala rota se centra más bien en la figura materna del escritor. Es  aquí la madre el eje y el foco de la narración. 

En el aspecto confesional al que aludo, Alison Bechdel fue una adelantada (de ahí el "o casi" del párrafo anterior) al dedicar sendas novelas gráficas primero a su padre (Fun Home, 2006) y después a su madre (¿Eres mi madre?, 2012). En este sentido, Antonio Altarriba coincide con Bechdel cuando escribe una novela sobre su padre (El arte de volar) y unos años después otra sobre su madre (El ala rota). La vertiente confesional de Altarriba es más que evidente en ambas novelas desde el momento en que el propio escritor se autorrepresenta -mediante el arte de Kim (Joaquim Aubert)- en diferentes viñetas. Sin embargo, el díptico de Altarriba es menos psicoanalítico que el de Bechdel, al menos en el plano de la expresión.

De hecho, queda fuera de comentario la utilidad terapéutica o no que pueda haber obtenido Altarriba exponiendo su novela familiar (eso es cosa suya, si bien en el epílogo de El ala rota menciona el autor el valor terapéutico de su obra). Pero es de destacar cómo se sirve Altarriba de esa exposición en El arte de volar y en El ala rota para desentrañar y también desvelar mucha historia -a través de la intrahistoria- de nuestro país, a propósito de las vidas de su padre y de su madre, respectivamente. Después de todo, hay más política que psicoanálisis en estas novelas. O acaso la ética del psicoanálisis adopta en Altarriba la forma de historia política.


Política es también la tarea de visibilizar lo invisible en el entramado social. Si es verdad que las mujeres no han podido ser hasta ahora sujetos de la Historia, no lo es menos que han sido y son el sujeto de muchas historias. Por ejemplo, la que cuenta Altarriba y Kim dibuja en El ala rota. Un sujeto reducido por circunstancias difíciles de superar, pero también decidido a salvarlas. Y de paso, la novela relata sucesos políticos silenciados, si bien de primer orden.

El ala rota contribuye a mostrar que, también por el lado de la representación, el tebeo ha dejado de ser una cosa de chicos.


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