Los postulados y planteamientos ideológicos y estéticos de
la revista Madriz son inseparables de los correspondientes a otra revista
madrileña que ocupó buena parte de aquella década dizque feliz, aunque en un
variado ámbito cultural mucho mayor que el del estricto cómic: La luna de
Madrid (1983-1988):
Esta revista, intrusista -en cuanto operaba sin
"profesionales" del periodismo- y absolutamente libre, atrevida,
polifacética y vanguardista en su concepción y ejecución, se erigió desde su
nacimiento en plataforma y pantalla de la Movida de Madrid. Su eclecticismo
estético e ideológico eran el marchamo de una nueva ola investida con el
traje de la postmodernidad.
Uno de sus lemas: "La vanguardia es el mercado",
es una muestra de su osadía al proponer una suerte de capitalismo cultural.
En su nº 6, y por lo que nos atañe, se anunciaba ya en
portada un Manifiesto de la Línea Clara:
La misma estética pretendidamente rompedora y de algún modo
disparatada se encontraba en otra revista de la época, de nombre inspirado por
paradójico y de escasa vida en los kioscos:
Madrid Me Mata (1984 y 1985):
De todo este marasmo novedoso en sus planteamientos, festivo
y alegre, atrevido y sin complejos, iconoclasta, pero a la vez visual y
formalmente experimentador participó la revista Madriz. Su peor
pecado pareció ser disponer de una pequeña subvención oficial. Y es que
además de por la derecha entonces en la oposición y por la prensa afín a esta
(ABC, Ya, El Alcázar), también fue duramente criticada por otras revistas
nacionales de cómic enteramente privadas, pues veían en ella una especie de
competencia desleal. Y tal vez, no sé, también hubiese algo de ojeriza ante el
brillo repentino que obtuvo en aquella década la ciudad de Madrid.
Por cierto, siempre lamentaré que en una de mis mudanzas me
deshice estúpidamente de mi colección completa de ejemplares de La luna de
Madrid.
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