Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

viernes, 25 de octubre de 2013

99 Ejercicios de Estilo

Una de las claves del éxito de las artes, también o incluso más en esta era en que ya han perdido el aura que las conectaba con lo sagrado, descansa en su capacidad de asombrar al que las recibe.

A mí me ha asombrado 99 Ejercicios de Estilo, del neoyorquino Matt Madden (n. 1968).


La traducción literal del título original de este libro revela su contenido: 99 formas de contar una historia. Esto es, dada una corta historieta inicial en ocho viñetas que ocupan una página:


el autor propone otras noventa y ocho variantes formales de la misma historieta. Por ejemplo, una de esas versiones o ejercicios está realizada en estilo Línea Clara:


otra en estilo Comix Underground:


en estilo Superhéroes:


y así sucesivamente.

Según declara el propio Matt Madden, la idea, la inspiración de este cómic procede de un libro ya clásico de 1947 escrito por el francés Raymond Queneau: Ejercicios de estilo.



25.10.2013


Refiriéndose al libro de Raymond Queneau que es la fuente de su inspiración, Matt Madden escribe:
En cuanto leí 'Ejercicios de estilo' pensé que sería divertido y, todo un reto, aplicar esa idea a la narrativa visual,...
Ya el libro de Queneau sugiere un cierto alejandrinismo en el que el juego y la experimentación formal constituyen el núcleo del proyecto. Y el libro de Madden no sería más, entonces, que el rizo de un rizo al trasponer al lenguaje del cómic la aventura literaria y experimental de Queneau.

Sin embargo, más allá de esta constatación, queda por resolver un dilema. Y es que no sabemos si estas variaciones experimentales son un mero juego formalista o formal que revela un agotamiento creador y estético, o es más bien al contrario, de modo que estos ejercicios de estilo son como una ventilación de las enormes posibilidades estéticas implícitas en cualquier leve fragmento de la vida.

En el caso de optar por el segundo cuerno del dilema, desbarataríamos además esa dicotomía escolar que distingue y separa entre el fondo y la forma en las artes; una posición esta que recuerda aquella otra de Paul Valéry que afirmaba que lo más profundo es la piel. Y que es, por cierto, la que Matt Madden asume:

Espero que esta obra, en vez de repetir la eterna batalla entre la forma y el contenido, el estilo y la sustancia, ponga en tela de juicio esas gastadas dicotomías y sugiera un modelo diferente: la forma como contenido, y la sustancia inseparable del estilo.

Lo cual no quita que Ejercicios de estilo sea un excelente manual de aprendizaje de lectura y de escritura, tanto aplicado a la literatura (Queneau) como al cómic (Madden).


lunes, 21 de octubre de 2013

El tebeo nacional

"¿Era Astérix el antecesor del hiperactivo salvador de la patria Nicolas Sarkozy? ¿O quizá el de Jean-Marie Le Pen, el belicoso exlíder nacional populista del Frente Nacional? ¿No sería Obélix el ejemplo y el bigote en los que se fijó José Bové, exlíder de la izquierda ecologista y antiglobalización, para arrasar los McDonald’s como si fueran un campamento romano? ¿No recuerda el pintoresco druida Panorámix al simpático Jacques Chirac? ¿Qué representa Ideafix, con esa etimología (ideas fijas)? ¿Y el bardo Asurancetúrix, pésimo cantante pero excelente camarada? ¿Y Lélosubmarine, con su vertiente Beatles?

A estas preguntas, y a muchas otras más, intenta responder la exposición-autopsia recién inaugurada en la Biblioteca Nacional de Francia y dedicada al universo de Astérix, quintaesencia y feroz parodia del chauvinismo, psicoanálisis del paraíso perdido, orgía del terruño y de la magdalena de Proust, además de ser el cómic más leído, traducido y vendido de la historia de Francia. (…)"

La exposición en París sobre uno de personajes más populares del cómic mundial y un nuevo álbum reabren el debate acerca de su simbología política


Astérix: ¿amigo o enemigo de Le Pen?

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¿Podemos imaginar un debate de esa índole en España? Dado que nuestro "tebeo nacional" parece que son las historietas de F. Ibáñez, ¿qué lectura política podríamos hacer de Mortadelo y Filemón (agencia de información), de Pepe Gotera y Otilio (chapuzas a domicilio), de El botones Sacarino (con el dire y el presi), de 13 Rue del Percebe (a saber lo que se debe)...? La gran parodia estaría servida.


viernes, 11 de octubre de 2013

Cavall fort. En Patufet. Camacuc

Entre los tebeos de mi infancia, ocupa un lugar Cavall Fort.


En el colegio al que yo iba, había un fraile que se había tomado muy en serio las conclusiones del Concilio Vaticano II en lo concerniente a la promoción de "las lenguas vernáculas" como vehículos de transmisión pastoral. Y el hombre se convirtió en un abanderado de la defensa del catalán como idioma de aprendizaje, de cultura y de uso, lo cual nos chocaba bastante en aquellos tiempos pacatos. Tendría yo ocho o nueve años cuando recibí sus primeras clases en y de catalán (huelga decir que él era un furibundo defensor de la unidad del idioma catalano-valenciano-balear). Venía al aula con tebeos de Cavall Fort para que los hojeásemos. También organizaba concursos de lectura y de escritura. Y a los ganadores les regalaba ejemplares, cómo no, de esa revista en la que predominaban las historietas.


El primer número de Cavall Fort apareció en 1961 y todavía se edita en la actualidad. La explicación de cómo pudo ser que bajo aquel duro franquismo que había limitado el uso del catalán al ámbito estrictamente familiar se publicase esta revista es doble. Por un lado, Cavall Fort se editaba auspiciada por los obispados de Girona, Solsona y Vic (eran años de vigente nacionalcatolicismo). Por otro lado, solo se distribuía mediante suscripción.


La tradición de los tebeos infantiles escritos en catalán se inició en 1904 con En Patufet, mucho antes de la aparición de Cavall Fort. De hecho, según algunas fuentes, En Patufet fue la primera revista infantil con historietas publicada en España. Su primera época cubrió los años 1904-1938.

Durante varias décadas, para muchos catalanes 'un tebeo' era 'un patufet'.


Encuentro esto en un blog:

El dia 3 de gener de 1904 es va publicar el primer número del setmanari En Patufet. Uns dies abans, havia sortit un número 0 que explicava quines serien les intencions de la revista:

La voluntat de servir d’eina d’aprenentatge de la llengua catalana.

La intenció de destinar els beneficis a la “protecció i soteniment de les escoles gratuïtes establertes a Catalunya”.


Un proyecto parecido al de En Patufet se inició en Valencia en 1983 con la revista Camacuc.



Pero la de Camacuc es otra historia. 

miércoles, 9 de octubre de 2013

La guerra de Alan

A propósito de Emmanuel Guibert, dejo un curioso vídeo que muestra cómo realiza uno de sus dibujos de La guerra de Alan.




20.10.2013

Desde cierta perspectiva contemplativa, la estricta representación de figuras y sucesos, tal cual, diluye la frontera establecida entre la ficción y la no ficción. Y esto ocurre no solo en el terreno de las artes. También a menudo las descripciones y explicaciones naturalistas producen ese efecto de incertidumbre que media entre la realidad y la ficción.

En el ámbito audiovisual, un ejemplo del poder ficcional de las representaciones naturales lo proporciona el filme documental francés Microcosmos. El pueblo de la hierba (1996).


Algo parecido ocurre también en las ciencias sociales. Desde que la nueva historiografía, por ejemplo, detectó el valor e importancia de los documentos orales de gente "normal", inmersa en su vida diaria, la Historia dejó de escribirse con mayúsculas siempre. Y es tal la sugestión que sobre la imaginación del lector provocan las descripciones y narraciones de la muy francesa Historia de la vida cotidiana o de la vida privada, que a menudo esos textos semejan novelas.


En el territorio del cómic, La guerra de Alan (2000, 2008), del francés Emmanuel Guibert, es una buena muestra de esta forma de representación cuya fuente es una narración oral: la del protagonista, Alan Ingram Cope. Es también un ejemplo de cómo la vida de cualquier persona "normal" contiene materia narrativa suficiente como para ser representada en una obra. (Obviamente, las comillas que encierran la palabra 'normal' aluden al hecho de que la normalidad es un mero valor estadístico; ya que propiamente hablando, ¿quién es normal?) Y acceder a La guerra de Alan, finalmente, es también una forma de constatar cómo lo real de una narración se confunde, a través de lo simbólico, con lo imaginario que el lector aporta.


Aparentemente -o a primera vista-, La guerra de Alan trata de la experiencia de un soldado durante la II guerra mundial, contada por él mismo. Sin embargo, de inmediato el lector se percata de que no está ante un tebeo bélico en el sentido convencional. Y es que en mi opinión, "la guerra de Alan" es otra. Es una lucha interior, la que mantiene el protagonista consigo mismo intentando negar o rechazar su auténtica condición personal.

Esto que digo no deja de ser una interpretación exigente. Su mérito, si lo tiene, estriba en que aporta un elemento ficcional a una narración que es verídica en lo que expone. De este modo, La guerra de Alan vendría a ser algo así como una novela en clave al revés o un roman à clef invertido, donde son unos personajes reales los que ocultan una situación ficticia, en tanto que no abiertamente explícita o manifiesta, pero acaso latente.


Lo mismo que ya vimos que ocurría en El fotógrafo, el gran mérito de Emmanuel Guibert en La guerra de Alan es hacerse invisible y dejar que sea el lector quien ocupe el lugar del autor, dándole voz propia al narrador y completando así la historia. Una virguería del arte de la poética.


Al empezar a leer La guerra de Alan me vino a la cabeza Viaje al corazón de la tormenta, de Will Eisner. Si acaso, dejaré el comentario respectivo para otra ocasión. 

lunes, 7 de octubre de 2013

La 'nouvelle bande dessinée'. El fotógrafo

En Francia, el fenómeno de la "novela gráfica" fue etiquetado bajo el rótulo nouvelle bande dessinée.

Al igual que ocurría en otros escenarios (esto del neotebeo es global), entre finales de los setenta, los ochenta y los años noventa del siglo pasado, irrumpió en el mercado francófono un nuevo estilo de cómic con implicaciones literarias, más "de autor" que "de personaje", realizado pensando en un lector más o menos adulto, obviando los géneros y las series, con libertad de formatos (no sometido al álbum estándar de 48 páginas en color y tapa dura), etc.

En fin, hacia el final del segundo milenio de nuestra era un puñado de historietistas que habían crecido leyendo tebeos renovaron el mundo del cómic, incluido el francés o el expresado en ese idioma. Me estoy refiriendo a autores como Joann Sfar (n. 1971), David B. (n. 1959), Christophe Blain (n. 1970), Marjane Satrapi (n. 1969)... y Emmanuel Guibert (n. 1964).





12.10.2013


El fotógrafo, publicada inicialmente en tres volúmenes entre 2003 y 2006 y en versión integral en 2010, es una obra conjunta. Está escrita y dibujada por Emmanuel Guibert, narrada, fotografiada y vivida por Didier Lefèvre y maquetada y coloreada por Frederic Lemercier.



Lo primero que llama la atención de El fotógrafo, en el plano de la expresión, es la sabia conjunción de viñetas y fotografías que conforman sus páginas. Y digo que es una conjunción sabia, porque no es fácil compaginar en un mismo texto fotos y dibujos de un modo armónico y coherente.


Y es que El fotógrafo cuenta la experiencia personal de Didier Lefèvre (1957-2007), fotógrafo que a los veintinueve años, en 1986, viajó a Afganistán cuando ese país estaba en plena guerra entre soviéticos y mujahidin. Lefèvre fue allí para hacer un reportaje sobre la actividad de Médicos Sin Fronteras (MSF) en aquel entorno y regresó a su casa con unas cuatro mil fotografías (ciento treinta carretes), de las cuales publicó solo seis en la prensa. Trece años después, su amigo Emmanuel Guibert, viendo ese arsenal de fotos, le propuso realizar conjuntamente ese prodigio que es El fotógrafo.


A primera vista, pudiera parecer que con El fotógrafo estamos ante otra crónica o reportaje de cómic-periodismo, en la línea de Joe Sacco y Guy Delisle, aun teniendo en cuenta las enormes diferencias que hay entre ellos. Esta vez es Afganistán el país elegido y a fin de cuentas también Delisle guarda relación con MSF, por cuanto su esposa es miembro de esa ONG y él escribe y dibuja sus libros sobre los países de destino de su mujer. Y Joe Sacco, por su parte, gusta de internarse en las zonas calientes del planeta en conflicto bélico.

Sin embargo, siendo un poco eso, El fotógrafo es también otra cosa.


La pista para percibir lo que diferencia este libro de Guibert-Lefèvre-Lemercier de otras obras aparentemente similares de Sacco y de Delisle nos la proporciona el título. El fotógrafo, en efecto, no hace referencia directa en su título a ningún lugar, por más que la lectura de hecho de este libro suponga un viaje impresionante por tierras de Afganistán. Y es que lo que trasparece ante todo en este cómic es la figura del narrador, esto es, el fotógrafo, que se nos manifiesta a través de su mirada -sus fotos- acompañada del relato de su viaje. La experiencia exterior (el viaje por aquel Oriente) es así el motivo que entraña una experiencia interior (la conciencia que se manifiesta en el relato).

En las obras de Sacco y de Delisle está presente también la subjetividad del narrador, incluso como avatar autodibujado; sin embargo, lo que prevalece en esas obras no es la figura de los narradores.

En el límite, entonces, el sujeto narrativo en El fotógrafo es a la vez el objeto de la narración. El libro es una exposición descarnada, sin retórica, del ojo de un ojo: el ojo público (las fotografías) que deja entrever un ojo privado (el del fotógrafo). Lo que vemos y leemos al fin, lo que percibimos, es por tanto la mirada de una mirada, la representación inmaterial de un sujeto que aparece a través de las secuencias de sus representaciones materiales: las viñetas y las fotos.


Esta exposición del narrador, sin embargo, no es del todo subjetiva. Es decir, no es Didier Lefèvre el último autor responsable de El fotógrafo. El es solo, por decirlo así, quien aporta el material. Y quien ordena este material, lo complementa con viñetas y lo concatena en un guion es Emmanuel Guibert.

La gracia y el acierto de Guibert estriban en que éste se hace invisible. Con su arte, Guibert consigue que sea el lector quien ocupe el lugar del autor en la construcción del relato -que a fin de cuentas es en eso, en re-construir, en lo que consiste leer-, de modo que al final hay una tercera mirada sobrepuesta en El fotógrafo: la mirada del lector, la cual viene a ser en definitiva la que completa la historia. Todo ello, repito, gracias al buen hacer de Guibert y también, por lo que le corresponde, al buen hacer de Lemercier.


Otras muchas son las virtudes de El fotógrafo. Junto a la sensibilidad narrativa y descriptiva con que se trata la historia contada; junto al acercar al lector a esos "héroes sin antifaz" que son los Médicos sin Fronteras, y junto a la inmersión de ese mismo lector en la prístina claridad de la atmósfera propia de las montañas afganas, de su cielo y de sus ríos, destacan en este cómic la comunicación de -que llega a ser comunión con- el dolor de la guerra, la valoración de lo que es esencial en la vida, la importancia de la resistencia y del esfuerzo de superación, la grandeza de la generosidad y la miseria de la ruindad... y hasta la risa que brota en cualquier circunstancia.


Recomiendo la lectura de este cómic lupa en mano. En esta ocasión, no por el tamaño de la letra ni de las viñetas, que se siguen bien, sino por las fotografías. No es exactamente porque sean pequeñas, es que gracias a la lente se abren ante el ojo unas figuras y unos espacios casi en tres dimensiones; tales son la calidad y la profundidad de estas fotos en blanco y negro. Es como si el espectador se internase en los paisajes retratados.

De este modo, El fotógrafo permanece como un homenaje a los últimos tiempos de la fotografía analógica vividos por una generación, la de Didier Lefèvre, que ha conocido la transición a la fotografía digital y no ha tenido más remedio que adaptarse a ella para seguir viviendo como fotógrafos.

Para terminar, copio  esta lección magistral de fotografía que entre varias viñetas nos da El fotógrafo:

--Tienes cinco o seis parámetros que debes aprender a combinar: el diafragma, el tiempo de obturación, el foco, la sensibilidad de la película... Y también, el manejo de la cámara.

Yo creo que es importante ser un buen técnico, dedicarle tiempo a la técnica, ¡pero sin pasarse, claro! El aprendizaje es muy rápido. Si decides gastar una decena de carretes, pongamos, en tres días... bueno, no, un poco más, en tres semanas, lo harás todo con los,ojos cerrados.

--¿Tú revelas tus fotos?

--Sí, he aprendido, claro, es parte del oficio. ¡Aunque hay fotógrafos excelentes que nunca revelan sus fotos! Y otros que no tienen ni idea de técnica.

No existe un fotógrafo tipo. Lo importante para hacer buenas fotos, técnicamente hablando, es manejar la cámara sin pensarlo.

Por ejemplo, si tienes un 11 de diafragma y una velocidad de 1/60 de segundo, y decides poner el diafragma en 5.6 para conseguir menor profundidad de campo, automáticamente tendrás que abrir la velocidad dos puntos.

--Mh.

--Se convierte en un reflejo.

Pero que técnicamente sepas hacer fotos, no quiere decir que hagas buenas fotos. Hay que dejarse el alma para conseguir buenas fotos.

Yo lo voy a poner todo por mi parte para mejorar. Quiero hacer fotos buenas.

--¿Y qué es una foto buena?

--No lo sé.

Hay que buscar y buscar, todo el tiempo. Y no necesariamente en lugares en guerra o muy espectaculares.