Salud y tebeos

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(Winsor McCay)

lunes, 7 de abril de 2014

"Crumb", de Terry Zwigoff

En el proceso de agotamiento o abandono de la imagen de sí mismo que Robert Crumb había ido estableciendo durante años, una imagen esta de sí mismo tal vez cosificada en exceso, fue determinante el estreno de la película documental Crumb (2004), de Terry Zwigoff.

Digamos que a los habitantes de la pareja Crumb no les gustó nada la peli. En la historieta de 1995 titulada: "¡Huyendo a las colinas! Intentando escapar del 'Tema R. Crumb'" (incluida en ¡Háblame de amor!), realizada entre ambos, leemos al final de una conversación con Aline las siguientes palabras de Robert:

R.: Pero este documental, "Crumb", es la gota que colma el vaso. Voy a inventarme un nuevo yo para que nadie me reconozca. El 'Tema Crumb' c'est fini, kaput... ¡Y va en serio!


Se da la circunstancia de que Terry Zwigoff, el realizador del documental, es un viejo amigo de Crumb y fue integrante también del grupo de música The Cheap Suit Serenaders. El caso es que su película sobre los hermanos Crumb (Charles, Maxon y Robert; las dos hermanas Sandra y Carol se negaron a comparecer en el filme) presenta unos personajes sombríos, dignos ejemplares de un manual de psiquiatría. Y en efecto, en la historieta que cito Robert declara:

Desgraciadamente, la mayoría de espectadores nos encontrarán siniestros y perturbadores...

En España se ha comparado a menudo el documental Crumb con El desencanto (1976), la película de Jaime Chávarri que mostraba a otros personajes, los componentes de la familia del poeta Leopoldo Panero, también como materia según muchos de frenopático. Pero eso es lo de menos, creo yo. El que esté libre de la locura, que tire la primera piedra.


Ambas películas, Crumb y El desencanto son notables no tanto por lo que muestran, sino por el imaginario que sugieren. Agarran por el cuello al espectador y lo llevan a una zona arrebatada, sombría aunque no exenta de luminarias. Aciertan los dos filmes en su peculiar registro, en su cadencia, en su tenue iluminación, en su voz pausada, en la adecuación entre su tejido, su confección y su trama. Pero también representan por añadidura escenarios que son el reverso de un mundo feliz. Se entiende entonces que ambos filmes fascinen a un buen número de espectadores, al tiempo que repugnan a otros tantos. Del Crumb de Zwigoff hay que decir, sin embargo, que ganó unos cuantos premios prestigiosos.

A los Crumb desde luego, como ya he dicho antes, no les gustó nada la película Crumb (Charles no llegó a verla, pues se suicidó antes de que la estrenasen). Y a Robert, según da a entender él mismo, le llevó a replantearse seriamente su imagen y el contenido de su trabajo.

No obstante, el documental muestra algo importante en mi opinión. Me refiero a cómo desde el principio del film queda claro que Robert Crumb se salvó a sí mismo mediante el dibujo y la creación de historietas. Sus dos hermanos, con los que empezó a dibujar siendo los tres pequeños, no tuvieron la misma suerte y sucumbieron a la devastación. Robert, en cambio, dibuja y ríe.

Una cierta asociación de ideas ha llevado a algún crítico a hablar de un priapismo de la pluma en el caso de Robert Crumb, un exceso de actividad gráfica incesante por su parte. Sería en todo caso, pienso yo, un priapismo terapéutico. Los dibujos de Robert revelan por sí mismos un sentido más o menos redentor, a diferencia de las libretas repletas de rayitas de su hermano Charles, quien habría tenido el mismo impulso gráfico que Robert, la misma pulsión aunque desbaratada.

Dejo enlace para ver si se quiere y se puede la película Crumb (2004), de Terry Zwigoff.


Y ya puestos, dejo enlace también para ver si es posible, que en este caso no está tan claro, El desencanto (1976), de Jaime Chávarri.



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