Salud y tebeos

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Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

viernes, 17 de abril de 2015

Torpedo, letra y figura


La popularidad del cine ha logrado que la imagen del detective Sam Spade, creado por Dashiell Hammett, acabe asociada a la figura de Humphrey Bogart en El halcón maltés (1941), la película dirigida por John Huston. Más o menos lo mismo ocurre con Philip Marlowe, creación de Raymond Chandler. La imagen de Marlowe se asocia preferentemente a la del mismo Bogart en El sueño eterno (1946), de Howard Hawks, o a la de Robert Mitchum en Adiós, muñeca (1975), de Dick Richards. Hay otras películas que incluyen a estos dos detectives, pero las interpretaciones de Bogart y de Mitchum son las que prevalecen en el imaginario colectivo. Un lector que acceda a estos dos personajes a partir de la mera escritura de Hammett y de Chandler, sin haber visto esas películas, configurará una imagen distinta de Spade y de Marlowe. Y por contrapartida, una vez vistos los respectivos filmes, es fácil que las imágenes de Bogart y de Mitchum floten al recorrer las páginas de ambos escritores.

Sin embargo, en un caso y en otro la literatura precede a su traslación al lenguaje fílmico. Y es, por tanto, separable. La escritura de Hammett y la de Chandler tienen vida propia; y aunque Bogart y Mitchum son figuras de Spade y de Marlowe, otras interpretaciones son  posibles y acaso esperan. Y no digamos cuál será el número de representaciones de Spade y de Marlowe en la imaginación de cada uno de los lectores de Hammett y de Chandler en cada ocasión.




Algo análogo (en parte igual y en parte diferente) ocurre con Torpedo 1936 (1981-2000), la serie de tebeo escrita por Enrique Sánchez Abulí. De las sesenta y una historietas publicadas que componen la serie, las dos primeras fueron dibujadas por Alex Toth; el resto, las dibujó Jordi Bernet. Y es la representación de la figura de Torpedo realizada por Bernet la que está indisolublemente ligada a las historias de Luca Torelli, alias Torpedo. Los dos episodios iniciales de la serie dibujados por Alex Toth no acabaron de configurar de cuerpo entero el personaje.

Esta analogía es visible a raíz de la reciente publicación en paralelo, como quien dice, de la integral de historietas de Torpedo 1936 y del libro Los relatos de Torpedo, escrito por Sánchez Abulí.

Cuando se da la simbiosis letra-figura, esta, la figura, es una materialización de la imagen sugerida por la letra. El tándem o dupla S. Abulí-Bernet es el que ha colocado Torpedo 1936 en un lugar destacado de la historia del cómic. Pero gual que son innumerables los Sam Spade sugeridos por la escritura de Dashiell Hammett, son innumerables también los Torpedo sugeridos por la escritura de Sánchez Abulí (como innumerables son los actos o experiencias de lectura.) Lo cual no es óbice para que sean magníficas las plasmaciones concretas, cada una en su medio, de Torpedo y de Spade realizadas por Jordi Bernet y por John Huston-Humphrey Bogart respectivamente (el guion de El halcón maltés es del propio Huston). No hay más música que la que suena en el terreno del arte.

En el caso de Los relatos de Torpedo (no las historietas), el libro está ilustrado por Bernet (con varias imágenes procedentes de un portafolio de 1987). La prosa de Abulí, sin embargo, es autónoma. El lector configura lo que lee según su imaginación, como ocurre en el relato titulado "El beso", donde la presencia de Torpedo -y la de su brazo derecho Rascal- es tan solo sugerida.




Los relatos de Torpedo son pura literatura de género. En tanto que constructor de frases, Abulí recuerda a veces a Chandler. La arquitectura de sus relatos, en cambio, suena más hammettiana. Mediante su escritura, Sánchez Abulí se revela como un auténtico hombre de letras literalmente hablando. Parece que deletrea las palabras hasta descomponerlas y volverlas a componer, alterándoles la forma en ocasiones o con su sentido cambiado. Este es uno de los estilemas de la serie. Torpedo retuerce algunas palabras de frases más o menos conocidas, iluminando con ello más de uno de los agujeros del sentido (o del sinsentido). Y lo hace, además, con sentido del humor.

Dice Will Eisner en la sobrecubierta de los relatos que Torpedo es un oxímoron, héroe y villano a la vez. Creo que no procede recriminar a la serie su carácter canallesco unido a su incorrección política. Ya hemos dicho que es tebeo de género, negro aunque gracioso. Además, su escritura en primera persona, junto con lo narrado por ella, permite encuadrar esta serie en otro género literario: la novela picaresca. Puede ser incorrecta en materia de políticas de género (no pretendo jugar con la palabra "género"), pero lo que prevalece es que la serie no oculta su carácter de artificio.




Es de destacar que el libro Los relatos de Torpedo incluye un guion cinematográfico escrito por Sánchez Abulí titulado Torpedo 1936. Se trata de un largometraje que no llegó a ser realizado. A lo que parece, el productor optó al final por Torrente. Una pena. Abulí cuenta en su guion los orígenes de Luca Torelli en Sicilia y de Torpedo en Nueva York. Las precisión visual con que está escrito permite poco menos que ver la película. Bien es cierto que la impronta de la figura de Torpedo dibujado por Bernet flota por las líneas del guion. De hecho, algunas partes de la historia fueron publicadas en su momento también como cómic en diez planchas de la serie Torpedo 1936, de Abulí-Bernet, bajo títulos como "Érase una vez en Italia", "Toccata y fuga", "Tirando hacia atrás con ira" y "Bendita Vendetta" (lo mismo ocurre con otros relatos recogidos en el libro, como "Levántate y anda" y "Adiós, muñeco", publicados hace tiempo también como historietas de la serie de Abulí-Bernet).

Sin embargo, ahí está el guion. Esperando tal vez que aparezcan un John Huston y un Humphrey Bogart (además de un productor de la película, por supuesto) que inmortalicen la figura de Torpedo en el medio cinematográfico.

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