Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

miércoles, 27 de mayo de 2015

La inmensa soledad (Del paseante huérfano)


La inmensa soledad es un libro en cierto modo inmenso. Su título completo es: La inmensa soledad. Con Friedrich Nietzsche y Cesare Pavese, huérfanos bajo el cielo de Turín. Se percibe de inmediato la inmensidad del empeño.

A su autor, Frédéric Pajak (n. 1955), se le atribuye el haber 'inventado' en el ámbito de la literatura dibujada algo así como un género nuevo: el "ensayo gráfico". En efecto, en el prólogo de la primera edición (1999) de La inmensa soledad escribía Pajak:

"Este libro no es una biografía, ni dos biografías, aún menos una autobiografía. No es un libro de historia, ni un libro que cuenta historias; no es un libro de geografía, ni una novela, ni un cómic."

La inmensa soledad es un libro en cuyas páginas hay imágenes y textos imbricados. Y hay también clausura: la que realiza el lector a través de los intersticios que suceden entre las imágenes y los textos. Este acto de clausura es el que aleja La inmensa soledad de la mera categoría de libro ilustrado y lo enmarca, más bien, en la florida estación de la literatura dibujada.

No es arte secuencial entre viñetas lo que realiza Pajak, pero la mirada del lector percibe entre la sucesión de páginas -y en cada página- el movimiento característico de la figuración narrada. Aunque no hay tampoco narrativa en sentido estricto en La inmensa soledad. De ahí su consideración como ensayo gráfico.


La inmensa soledad es una suerte de flânerie; un vagabundeo o callejeo por la ciudad de Turín y sus alrededores de la mano de Nietzsche y Pavese, amparados por la voz y la mirada ordenadoras de Pajak. Es también algo más. Es decir, armado con tinta, pincel y pluma, además de palabras, Frédéric Pajak realiza un recorrido por calles, paisajes, fachadas, retratos, cafés, soportales, fábricas, el río Po... y confecciona un mural en blanco y negro donde se proyecta un devenir más inconsciente que consciente: el del propio autor. Con la excusa de Nietzsche y Pavese como referentes, parece que Pajak se busca a sí mismo en la ciudad de Turín con la intención de exorcizar un duelo imposible, el de la muerte prematura de su padre. Hay materia onírica en el proyecto, mas también en el resultado. Es una puesta en escena de la orfandad.


Es también esta obra una flânerie por la vida y la obra de Pavese y de Nietzsche, con mayor atención hacia este último. Pero no hay una exposición sistemática de nada. Es tan solo un paseo, si bien dicho paseo encuentra al final un desenlace. El lector, paseante al cabo, descubre entre las imágenes y palabras de La inmensa soledad un escueto argumento (y con ello un significado). El acto de clausura del que hablaba antes va mostrando a quien lo sigue un manantial imaginario cuyo sentido es evanescente. Tan evanescente y real a la vez como el río de Heráclito.

Otros muchos aspectos, vertientes, matices destacan en esta ensoñación de flâneur, la ensoñación del paseante solitario. Yo destacaría la contribución de Pajak al proceso de la aún necesaria desnazificación de Nietzsche. O la interesante conexión presentada entre fisiología, psicología y filosofía. O la estancada belleza de una ciudad construida a escala humana. O la sabia inserción de Pollock y De Chirico en la trama. O el neorrealismo trágico de Pavese como contrapartida del también trágico aristocratismo nietzscheano. O el suicidio, acto lúcido, como reverso de la locura.



Sea o no inmenso, La inmensa soledad es un libro hermoso. Nos enseña, nos muestra que no es el amor, sino la ausencia de amor lo que nos vuelve locos.

viernes, 8 de mayo de 2015

El escultor de Scott McCloud sin sobrecubierta

En los libros encuadernados con tapa dura, la sobrecubierta es un estorbo a la hora de leerlos. Y más todavía si son libros gruesos. Esto es lo que ocurre con El escultor, la reciente novela gráfica de Scott McCloud. La edición está en cartoné, es un tomo voluminoso y lleva sobrecubierta.


Lo mejor en estos casos es quitarle el forro al libro, dejarlo aparte y disfrutar de la experiencia de lectura sin la molestia del papel interpuesto. Luego, si se quiere, es cuestión de volver a componer el conjunto y ubicar el volumen en la estantería.


Tratándose de El escultor, prescindir de la sobrecubierta conviene, además de por la comodidad que supone el hacerlo, por tratarse de una obra de Scott McCluod.


Más que por Zot!, McCloud fue encumbrado sobre todo por Entender el Cómic: El arte invisible, junto con sus dos secuelas: La revolución de los cómics y Hacer cómics. Son estos tres tebeos de no ficción, tres metatebeos, con los que McCloud pasó a ser considerado "el maestro" (en el sentido de "intérprete") del noveno arte, algo así como el desvelador de sus secretos.


Yo creo que es exagerado decir que McCloud enseñó con sus metacómics a entender los cómics. Eso sí, describió con acierto este medio en cuanto medio, a partir de lo establecido por Will Eisner en El cómic y el arte secuencial. En sus tebeos teóricos, McCloud expone e ilustra -secuencialmente- diferentes condiciones de lectura y de escritura de cómics, unas condiciones que son como corolarios de la tesis funamental: El cómic no es un género; es un medio cuyas posibilidades prácticas son virtualmente... digamos que múltiples, por no incurrir en hipérboles.

No era poca, en fin, la expectación provocada en los conocedores de McCloud ante la perspectiva de un nuevo tebeo de ficción suyo, una nueva obra que mostrase la evolución del autor de Zot! tras haber pasado por la fase de gurú del medio. De igual modo, no es pequeño el despliegue de recursos por parte de la empresa editora de este nuevo tebeo, ante las perspectivas de venta sugeridas por Scott McCloud y su El escultor. 

Pues bien, trátese de conocedores de la obra de McCloud, o trátese de quienes lo leen por primera vez, lo mejor es prescindir del forro de El escultor y acceder a esta novela gráfica sin mediaciones, sin tener a la vista estos mensajes escritos en la sobrecubierta:
"Scott McCloud escribió el libro de referencia para entender cómo funciona el cómic. Ahora, se adentra en el sobrecogedor, divertido e inolvidable campo de la ficción."

"La nueva y esperada obra maestra de Scott McCloud. Una fábula urbana, adulta y subyugante que versa sobre un deseo, un trato con la Muerte, el precio del arte y el valor de la vida."
De ese modo, la decepción, si se produce, será menor.

En cualquier caso, El escultor es una historieta bien confeccionada que se lee con agrado. Es lo propio ante una obra del teórico de las transiciones entre viñetas.

viernes, 1 de mayo de 2015

El mensaje, el medio. Judenhass

Por su brillantez, la frase o aforismo de Marshall McLuhan: El medio es el mensaje ilumina y ciega a la vez como un fogonazo. Aparentemente, la frase establece una relación de identidad entre el medio y el mensaje; sin embargo, instaura en realidad una disimetría entre ambos extremos, pues lo que viene a decirnos el filósofo canadiense es que lo que prevalece en esa relación es el medio. Y dado que uno de los medios es el cómic, al cómic se le aplica este aforismo de McLuhan.

(Esto de la identidad o separación entre 'medio' y 'mensaje' es una cuestión tan abierta como esa otra de la separabilidad o no entre forma y contenido, tanto en cómic como en cualquiera de las otras artes. Y es una cuestión que invita, a su vez, a plantear una posible distinción entre un tebeo puro y un tebeo impuro; donde puro sería como tal aquel cómic en el que su mensaje no es otro que la mismidad del medio, e impuro el tebeo que apunta a un fin diferente de ese medio. Aunque en mi opinión, si se mira bien, se verá que esta distinción entre un tebeo puro y otro impuro no está clara al sugerir que, remedando la frase de Orwell, aunque todos los tebeos son tebeos, unos son más tebeo que otros.)

Determinar -como ejercicio analítico- en cada caso concreto, en cada tebeo, la medida en que ese medio engulle el mensaje hasta anularlo, o en qué medida el mensaje, en cambio, consigue imponerse emancipado de su medio, proporciona diferencias de grado. Previa aceptación, cómo no, del hecho de que todo grafismo es un signo que conlleva un mensaje implícito, del mismo modo que no hay significante sin significado.

No es solo la intención del autor de una historieta lo que importa para calibrar su mensaje, cuando ambas cosas (la intención y el mensaje) existen de un modo explícito. La posición del lector también cuenta. No valorarán igual el mensaje de Judenhass, pongamos por caso, un coleccionista de tebeos, un crítico habitual de cómic, un artista plástico y un estudiante de bachillerato (suponiendo que son cuatro sujetos y no son el mismo, claro está, el coleccionista, el crítico, el arista y el estudiante).

En efecto, Judenhass (2008), del también canadiense Dave Sim (n. 1956), ilustra la posible distinción entre medio y mensaje en un cómic.


Al referirme en otro post a La conspiración, el último trabajo publicado por Will Eisner, escribí:
La historia del antisemitismo es larga. Tan larga, al menos, como lo es el transcurso de nuestra era. [aquí]
Dave Sim, por su parte, considera en Judenhass que el término "antisemitismo" es más que impreciso respecto al fenómeno que describe, pues los árabes son semitas también y sin embargo estos, los árabes, quedan fuera normalmente del prejuicio orientado específicamente contra los judíos. "Judenhass", en cambio, que significa literalmente "odio al judío" o "a lo judío", es un término más acorde con el objetivo de esta 'narración gráfica' (así autodescrita) de Sim.

Planteado como una búsqueda de las condiciones que hicieron posible el horror de la Shoah, el Holocausto, Dave Sim presenta en Judenhass un tremendo alegato gráfico en el que las imágenes se complementan con vocablos de lenguas diversas y citas de autores variados que expresan cómo el odio a los judíos es una constante histórica. La Shoah, así, no habría sido sino la culminación de un fenómeno secular cuyas raíces se encuentran seminalmente incrustadas en la tradición de Occidente.

En el aspecto formal, el arte de Judenhass responde al interés de Dave Sim por, en palabras suyas,
...revivir el dibujo fotorrealista de los dibujantes de tiras de los 50 y los 60 (y en especial de Alex Raymond, John Prentice, Stan Drake, Al Williamson y Neal Adams)...
De este modo, Sim dibuja sobre papel, con lápiz y plumilla, imágenes procedentes de fotografías previas prácticamente calcándolas.


Este procedimiento estético de Sim en Judenhass (el mismo que el practicado en su serie Glamourpuss, un comic-book publicado entre 2008 y 2012) suscita dudas entre los críticos [aquí por ejemplo], especialmente en lo que se refiere a la adecuación entre esta técnica empleada y el fin perseguido por el autor. Con lo cual, volvemos a la cuestión inicial de este post, esto es, en qué medida el mensaje (de Judenhass en este caso) puede ser emancipado del medio en el que se inscribe.



Según declara el propio Sim al final de Judenhass, este libro tiene una finalidad didáctica. Creo que lo mejor es copiar el párrafo en que el autor expresa su propósito:
Desafortunadamente, en esta época de periodos de atención cada vez más reducidos, me parece que existe la necesidad de sintetizar los hechos para conseguir que el lector más lento y el profesor más reticente comprendan y puedan darse cuenta del grado de enormidad de la shoah y el nivel profundo de animosidad hacia los judíos que la hizo posible. Espero que Judenhass -con su periodo de lectura de no mucho más de 25 minutos- sirva a ese propósito. Después de cuatro años de educación secundaria, cabe esperar que se puedan encontrar 25 minutos para enseñar la materia a los estudiantes de instituto... y el significado aún vigente... del Holocausto.
Así pues, Judenhass, en su aspecto pragmático, quiere ser un texto en formato de cómic dirigido a los estudiantes y profesores de bachillerato y capaz de ser leído y tratado en el espacio horario de una clase estándar. Su fin último está claro cuál es.

Teniendo en cuenta esta intención declarada de Sim, trasladar a lenguaje de cómic, ordenando el material con sentido, un montón de fotografías y de textos paralelos sobre la cuestión judía en general y el Holocausto en particular no parece, a mí no me parece, impertinente. Sobre todo, si se atiende a una de las citas, tremenda como todas, que aparece hacia el final de Judenhass. Es de William Faulkner:
El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado.
El mensaje en este caso trasciende el medio; pero este, por su parte, se enriquece como medio.

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La historia de los cómics está plagada de autores (varones y mujeres) judíos. Dave Sim dedica una página y algún comentario en Judenhass a este dato, representando a algunos de ellos.


Es este un asunto de sumo interés. Su tratamiento excede este post. Pero queda pendiente.