Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

jueves, 23 de julio de 2015

Hiroshima, Vietnam

Dos acontecimientos bélicos del siglo XX sacudieron la conciencia colectiva e impresionaron el imaginario antibelicista de al menos una generación. Los dos sucedieron en Asia. Son, en primer lugar, la explosión de la bomba atómica contra Hiroshima el 6 de agosto de 1945 (tres días después, otra bomba atómica devastó Nagasaki). En segundo lugar, la guerra de Vietnam (1954-1975). Cada uno de ellos se enmarca en un contexto más vasto (II GM en un caso, descolonización y Guerra Fría en el otro) y unas condiciones específicas. Los dos, sin embargo, adquieren proporciones singulares en la realidad compartida. 

La barbaridad de Hiroshima cambió la Historia al irrumpir la energía atómica como un poder de destrucción total desconocido hasta entonces. Por su parte, la guerra de Vietnam fue el disparate de un gigante prepotente derrotado por la tenacidad de un pequeño país. En ambos casos, Hiroshima y Vietnam, hubo cientos de miles de víctimas ante la locura de un poder ciego y sordo, un poder ponzoñoso que encuentra aliados en la misma población que lo padece. Son las babas de un Leviatán incrustado en la vida moderna. 

Dos tebeos en la mesa de novedades se refieren respectivamente a Hiroshima y a Vietnam. Ambos son de diferente factura; tienen diferente ambientación y colorido; sus autores responden a tradiciones culturales en parte distintas. Sin embargo, hay un hilo que los une. Ambos son autobiográficos. Los dos, escritos desde la óptica de "los que perdieron", aportan la lucidez de una mirada infantil (reconstruida años después). En ambos se percibe el efecto de "los americanos" en el no ya tan lejano Oriente. Los dos conectan, en fin, la experiencia vital de sus autores con nuestro particular acervo, proyectado en dos palabras con resonancias de impacto: Hiroshima y Vietnam. Estos dos tebeos las reactivan.

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Hadashi no Gen ("Gen, el de los pies descalzos", 1973), de Keiji Nakazawa, es un relato estremecedor cuyo eje gravita en torno al holocausto nuclear. Está dibujado y escrito por alguien que "estaba allí". Nakazawa nació y vivía en Hiroshima. Tenía seis años cuando la bomba estalló. Se publica ahora una nueva edición en español de su obra (la anterior, con el título Hiroshima, es de 2002). De momento ha aparecido un primer volumen de casi ochocientas páginas: Pies descalzos. Una historia de Hiroshima


Pies descalzos es una ficción de no ficción. En su factura es un manga, un tebeo japonés (creo que es el manga perfecto para aquellos que nunca han leído manga y quieran conocer este estilo), pero la cosa no se queda en el mero aspecto formal o el diseño. El hecho de que Pies descalzos sea un manga afecta a la misma sustancia, concepción y desarrollo de la obra. Y a sus condiciones de lectura (pese a su excesivo número de páginas, se lee con rapidez). Es lo que favorece que sea un tebeo apto para todos los públicos, escolares y adultos. La bestialidad del asunto es tratada de un modo muy peculiar.

Sin embargo, Pies descalzos trasciende el ámbito geográfico al entroncar con los valores universales. Dejaré el comentario de la obra para otra ocasión. He encontrado en un blog (aquí) una foto de Gervasio Sánchez (de su serie Los desastres de la guerra) y una frase del mismo fotógrafo que iluminan el sentido de Pies descalzos y me sirven para cerrar la presentación de esta obra de Keiji Nakazawa. La foto es esta:

Kosovo, 1991

La frase:

"No hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra buscar la felicidad."

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Una guerrita de nada (Une si jolie petite guerre, 2012), de Marcelino Truong, se centra en la primera fase de la intervención de EE. UU. en Vietnam y su apoyo al régimen del Sur del Paralelo 17. De hecho, el subtítulo del cómic es "Saigón 1961-1963". Truong (Manila, 1957), es hijo de padre survietnamita y madre francesa. Su circunstancia vital, reflejada en su obra, recuerda un poco a la de Riad Sattouf, pero en otro contexto. 

Desde una posición cultural y social  muy diferente a la del autor de Pies descalzos, Truong ofrece en Una guerrita de nada un relato que combina la información histórica con la memoria personal: el autor expone documentadamente la experiencia que vivió siendo niño en Saigón durante dos años. El resultado es una certera amalgama en la que interactúan la precisión histórica y la novela familiar.


Estamos, entonces, ante un "tebeo occidental". Con todo, tanto Pies descalzos como Una guerrita de nada comparten, como indico arriba, ciertos elementos y no sé si hasta un cierto aire de familia. Y en ambos casos, aunque con mayor potencia en el primero, trasparecen el absurdo de la guerra y la defensa de la universalización de la paz. 





martes, 21 de julio de 2015

La puta guerra


La puta guerra, sí, la que alimenta escenarios e historias crueles, la representada bajo el rostro de la épica y la denuncia, el valor y el dolor, la lucha y la muerte, la resistencia y la vida.
"La guerra es el padre y el rey de todas las cosas; a unos los muestra como dioses y a otros como hombres, a unos los hace esclavos y a otros libres." (Heráclito)
No me refiero a la guerra entendida como un universal ontológico, una realidad inexorable que se impone en todas partes con necesidad metafísica (la imagen heracliteana del arco y la lira). Ni especulo acerca de si es una misma la guerra que extiende su zarpa en momentos y escenarios distintos, o hay más bien diferentes guerras, cada una con sus innumerables batallas. 

Me refiero al conflicto armado, al dislate bélico. Y en este respecto, sea una o varias, sean cuales fueren sus causas, todas las guerras coinciden en lo mismo: el sufrimiento y la muerte a ciegas. 

Importa la realidad y experiencia terrible de los que padecen las guerras. (Ocurre en esto lo que con la enfermedad y las enfermedades. La taxonomía, la etiología y demás son indispensables para la ciencia médica. Pero a fin de cuentas, lo que realmente existe son los enfermos. Y es en ellos en los que debe centrarse el arte del médico.)

Las víctimas de la enfermedad, las víctimas de la guerra.


En el ámbito de la representación, fue Goya quizás el pintor que más se acercó a la sensibilidad moderna respecto al relato y la contemplación de la guerra. Previamente, Rubens había realizado un lienzo titulado igual que la serie de grabados del aragonés: Los desastres de la guerra. Pero Rubens aún se movía en el terreno de la alegoría basada en personajes mitológicos (Marte, Venus, Cupido, etc.) Goya, en cambio, mostró una crudeza humana, demasiado humana, tan grotesca como insoportable. 

El cómic contemporáneo recoge algo más que secuelas de la mirada de Goya. No tanto en el caso de la historieta bélica (Miller y su 300, p. e.), claro está, sino en el del cómic antibélico (Tardi, Sacco, Hernández Cava, Altarriba, Sento y un largo etcétera). El cual viene a ser, por cierto, el que nos interesa.


No creo que sea una muestra de cinismo considerar que la puta guerra es una fuente de inspiración para el cómic en una u otra de sus versiones (bélica, antibélica). Otra cosa es la tensión de los contrarios apuntada por Heráclito.


sábado, 18 de julio de 2015

Com(un)ic(arte). Swarte



               Com(un)ic(arte)

                                                          Comic un arte


miércoles, 15 de julio de 2015

Encadenados. La ciudad, El Sistema

La ciudad es un espacio privilegiado de la representación visual y narrativa. Deja de ser un simple escenario cuando esa representación va más allá de sí misma y trasciende su marco. (En cierto modo, esto que digo es una obviedad, ya que toda representación, por su propia naturaleza, trasciende su marco. Pero ahora me refiero a otra cosa.)

En este blog han ido saliendo diversas ciudades vinculadas a cómics: Turín, Barcelona, Sunderland, Berlín, ClevelandNueva York ... por no hablar del New York de Esiner o del París de Tardi... Ciudades, en estos casos, que no son un mero escenario de acciones, sino que apuntan geografías instaladas en el imaginario común, en el cual lo real no es más real que lo aludido por símbolos.

El extremo de esta consideración de la ciudad, llevada a ser alegoría de la existencia, lo encontramos en La ciudad, de Frans Masereel: una novela muda pletórica de imágenes en blanco y negro tan puros que alumbran el entramado urbano de la vida moderna. 

Y acaso en la línea de Masereel se encuentra El Sistema, de Peter Kuper (n. 1958).


Por más que sea inevitable recordar La ciudad de Masereel al recorrer El Sistema de Kuper (me refiero, obviamente, al lector que conoce ambos títulos), cada obra significa por sí misma a pesar de las influencias. Incluso en el caso de narraciones basadas en una misma historia o en el mismo tópico (la batalla de Las Termópilas, el tema del traidor y del héroe, p. e.), la originalidad de cada una se desprende de las variaciones formales y expresivas con que los respectivos autores ordenan sus materiales y confeccionan su obra. La originalidad, así, no es tanto hacer o decir lo que nadie ha hecho o dicho, sino hacer o decir con estilo propio. Originalidad como autenticidad.

Pero bueno, tampoco El Sistema de Kuper es una mera revisitación de La ciudad de Masereel. Ambas son novelas sin palabras, en efecto; ambas ofrecen un puzle urbano; la focalización elegida por los dos autores pudiera ser la misma... Sin embargo, son notables las diferencias no solo formales y técnicas entre ambas obras. Masereel trabaja con xilografías, cada página de La ciudad es una plancha en blanco y negro que forma un solo cuadro (muchas veces enriquecido con diferentes encuadres). Peter Kuper, por su parte, emplea la técnica del esténcil o estarcido para configurar unas páginas con viñetas en color y muchas de ellas a sangre.

Esta es en mi opinión la diferencia específica de El Sistema de Kuper rerspecto a La ciudad de Masereel: la narración secuencial a través de viñetas. En primera instancia y en sentido lineal hay un relato, un conjunto de relatos más bien en la obra de Kuper. El autor nos cuenta mediante viñetas sin palabras diferentes historias. Y entrelaza unas con otras a través del recurso del encadenado.



Este recurso de realizar en El Sistema transiciones entre viñetas siguiendo la técnica del encadenado le vale a Kuper para entrelazar sus relatos y de paso mostrar eso, un sistema que trasciende la linealidad de las historias narradas.

La alegoría de El Sistema se impone como resultado. En su vertiente política, Kuper nos muestra un sistema engrasado por la corrupción, el contrabando, el fanatismo religioso, el crimen. En sentido más filosófico, nos sugiere que somos ciudadanos encadenados, acaso como los prisioneros de la caverna de Platón o del Sistema de Hegel.

George Grosz, Metropolis, 1916-1917
La trayectoria de Peter Kuper, en la que se combinan el cómic y la caricatura con el activismo político, avala esta lectura de El Sistema. La revista World War 3 Illustrated, cofundada por él, es un paradigma al respecto.




jueves, 9 de julio de 2015

Legislación y viñetas

Las normas jurídicas aplicables a un ámbito (social, político, económico, cultural) configuran ese ámbito. Ocurre lo mismo a la inversa. La dinámica social, política, económica, cultural... condiciona la actividad del legislador frente a esa dinámica. De modo que a la postre lo que hay es una relación dialéctica entre el Derecho y la Sociedad. Y en el límite, la historia de las normas referidas a un ámbito viene a ser una historia de ese ámbito.

Lo que se le presenta al lector de La legislación sobre historieta en España, de Ignacio Fernández Sarasola, es una historia resumida de las vicisitudes del tebeo español hasta nuestros días.



Fernández Sarasola es profesor de Derecho Constitucional. Es un experto, por tanto, en materia de derechos fundamentales y libertades públicas -entre las que se encuentra la libertad de expresión- y en la forma de articular dichos derechos y libertades. Qué mejor formación que la suya para abordar, sistemáticamente, el asunto de la legislación sobre la historieta en nuestro país, desde el siglo XIX hasta el momento actual.

El método que sigue el autor consiste en hilvanar su exposición entrelazando una triple perspectiva: normativa, institucional y doctrinal. El resultado es un libro de bolsillo de casi doscientas cincuenta páginas cuya lectura rebasa su dimensión material. La excusa del libro puede ser lo que su título indica, una materia árida de interés solo para especialistas. Pero lo que de hecho realiza Fernández Sarasola es proyectar una amena visión de los avatares de la ilustración y del cómic hispano, muy documentada y oportunamente enriquecida por el cuerpo de notas que cierra cada uno de los capítulos del libro. Quizás habría estado bien la inclusión al final de una Bibliografía ordenada de las múltiples fuentes referidas en las notas, si bien no es esta una ausencia grave.

Desde mi punto de vista, destacaría el debate doctrinal que presenta el autor. En concreto, el deslinde que efectúa entre el tinte diferente que adoptaron las campañas anticómic en países como Estados Unidos, Francia, Canadá y Reino Unido, por un lado, y en España, por el otro lado. Escribe el autor (pp. 237-238):
"... mientras en las campañas anticómic de otros países se adoptó una postura intelectualmente elitista y negativa ... en España la doctrina fue más bien políticamente implicada y positiva..."
La aclaración de esta cita requiere abordar los contenidos propios del libro. Animo desde aquí a los lectores curiosos, interesados no solo por el disfrute de cómics, sino también por la historia cultural en que los mismos se inscriben, para que deletreen las sustanciosas páginas de La legislación sobre historieta en España.

Es de señalar la importante actividad de la Asociación Cultural Tebeosfera (ACyT) respecto a la dignificación académica de los cómics. El libro de Fernández Sarasola enriquece el catálogo de aciertos del entorno Tebeosfera. La reciente publicación del Dicccionario terminológico de la historieta, de Manuel Barrero, es la última guinda de ACyT.