Salud y tebeos

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Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

lunes, 9 de noviembre de 2015

¿Podemos hablar de algo más agradable? Roz Chast


Cuando el principio de realidad se impone abruptamente sobre el principio de placer, pintan bastos para quien lo padece. Una situación de ese estilo la viven, con variados matices, los hijos cuyos padres envejecen decrépitos hasta el fin de su ciclo biológico. Es muy duro hacerse cargo. Y es más duro aún cuando los padres son como un espejo que anticipa lo que nos espera a todos.

Este tipo de situación real no hace distingos entre aquellos a quienes se impone. Y por contrapartida, cada uno la afronta a su manera. Roz Chast (n. 1954) nos relata con imágenes y palabras en ¿Podemos hablar de algo más agradable? su experiencia personal al respecto. No es un asunto agradable, desde luego. Sin embargo, hablar de ello no tiene por qué ser del todo desagradable. Como suele suceder con los tabúes, depende del acierto, de la inteligencia y del arte con que se acometa la empresa. Y el acierto inteligente y artístico puede conllevar un efecto liberador.


Siempre hay como una terribilità que comporta la lucidez al enfrentarse a esta experiencia. Y la hay, también, a la hora de representarla. En el caso de Roz Chast, es una terribilità rebajada, doméstica, situada a una escala netamente humana. Esta es, quizás, la manera adecuada de sobrellevar una situación terminal como la descrita. De igual modo, en el ámbito de la representación, la crudeza de lo representado puede ser tratada de un modo amable. No sublime, si se quiere, pero sí más que amable, en concordancia con la humanidad del asunto tratado.

En un post anterior, hablando de 'la guerra de nuestros padres' (a propósito de Ramón Boldú [aquí]), quedó abierta la interpretación de los sentidos posibles de la asunción por los hijos de la voz y experiencia de sus progenitores. Uno de esos sentidos pasa por la autoexpresión del artista a través de sus padres, donde al fin lo que prevalece es la propia autoexpresión. La cual puede o no a su vez apuntar a algún sentido más o menos liberador o superador de las coerciones padecidas por la generación anterior, etc.

Nos movemos entonces en el terreno de la literatura confesional de temática no ficticia, tan del agrado de cierta novelística gráfica actual.

Uno de los antecedentes de este tipo de novelas lo encontramos en Marcel Proust. Pura confesionalidad y pura narración no ficticia es lo que hay en À la Recherche du temps perdu. No es que yo me obsesione buscando a Proust en las novelas gráficas americanas. Es que me lo encuentro, literalmente. Y así, la página 196 de ¿Podemos hablar de algo más agradable? la cumple una cita de "Por el camino de Swann", de Proust: la metáfora de la crisálida. Es en realidad una metáfora que inspira todo el cap. 17 del libro de Roz Chast, igual que la lectura de Proust puede haber inspirado el libro entero.

Con lo cual, hay una manera exquisita, proustiana, de tratar circunstancias cotidianas, domésticas. En torno al intento de mostrar lo innombrable o lo innominado, hacerlo accesible por proximidad. Convertir la autoexpresión en una obra de arte que es también un espejo para el espectador. Pues todos al fin, si no hemos pasado, pasaremos por ello.

Lo mejor de la novelística gráfica se da cuando disuelve (o funde, no sé) las barreras que separan la alta, media y baja cultura. Son barreras artificiales, como lo es lo que de verdad importa, la cultura sin más. Si no fuera por ella, la naturaleza nos devastaría.

Roz Chast demuestra en ¿Podemos hablar de algo más agradable? que es posible obtener cierta satisfacción, de variada índole, si se habla de un modo agradable acerca de cosas que son de por sí ciertamente desagradables. El arte en este tipo de literatura se da cuando lo simbólico nos sobrepone ante lo real y exorciza lo imaginario terrible que nos acucia. Roz Chast lo consigue.

P. S. Me resonó en algún momento de la lectura de ¿Podemos hablar de algo más agradable? la película Amor, de Michael Haneke. Pero no, aunque sin embargo. En el filme no se autorrepresenta un narrador interpuesto. Ambas obras exploran las posibilidades de dos medios diferentes, el cine y el cómic.




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